REVISTA FLENIENCONTACTO

ENTREVISTA AL DR. JORGE MONGES


"Poner al paciente en primer lugar nos dignifica como médicos"

 

Oriundo de la ciudad de Navarro, donde hace pocos meses fue declarado ciudadano ilustre, el Dr. Jorge Monges encontró en la neurocirugía infantil su espacio para servirle a la humanidad. Interesado en el devenir de las generaciones venideras y los avances científicos, siente ansiedad por saber cuánto más mejorará la calidad de vida de las personas.

Por Leonardo Stero - Foto Matías Bruno

Sencillo y de hablar pausado, alto y delgado pero erguido: pese a sus aún joviales 81 años, Jorge Monges siente deseo por seguir ligado a la neurocirugía. "En este momento no lo hago dentro del quirófano, donde me siento más útil. Pero poder seguir atendiendo y ser consultor de FLENI me hace sentir vigente y cerca de lo que más me pasiona".
Nacido y criado en Navarro, una ciudad cercana a la capital, que pese a su cantidad de habitantes (algo más de 13.000) mantiene un estilo de vida muy pueblerino y que "no ha podido progresar lo suficiente, debido principalmente a la distancia, intermedia respecto a otras ciudades, que le impide desarrollarse".
Con la neurocirugía como excusa, y la medicina como servicio al prójimo como eje conductor, Monges se prestó para conversar con "FLENI en Contacto".

¿Cómo surgió su vocación por la medicina?
Eso nació luego de un análisis que por lo general todos nos hacemos en la vida, que es el de tratar de dilucidar para qué podemos ser útiles en este mundo. Y cuando se descubre para qué creemos servir hay que hacerlo muy bien. En mi caso la inclinación hacia esta profesión tiene que ver con mi predilección hacia el ser humano, lo sentía en ese momento y sostengo todavía: los seres humanos merecemos la mayor atención. Y por esas condiciones humanísticas elegí la medicina. Porque esa elección de servicio al prójimo nos dignifica como profesionales de la salud.

¿Y específicamente por qué la neurocirugía pediátrica?
También de primer momento elegí la cirugía, siempre me gustaron y hacía con gusto los trabajos manuales. Mis primeras prácticas fueron en el Hospital Rivadavia en el área de neurocirugía. En esos momentos hacía cirugía general pero me empecé a interesar por la neurocirugía más específicamente. Después de un tiempo en el Hospital Rivadavia surgió una vacante en el Hospital Regional de Mar del Plata, que se estaba inaugurando. Y ahí, sabiendo que tenía experiencia en neurocirugía, me pidieron que fuera el ayudante en esa área.

"Lo sentía en ese momento y sostengo todavía: los seres humanos merecemos la mayor atención. Y por esas condiciones humanísticas elegí la medicina. Porque esa elección de servicio al prójimo nos dignifica como profesionales de la salud."

¿Qué características tiene la neurocirugía que la diferencia de la cirugía general?
Son pocas, ambas son cirugías, y sin dudas un neurocirujano puede dedicarse a la cirugía general. Pero hay algunas particularidades respecto a la implicancia de la intervención que la hacen diferente. En la neurocirugía, cualquier error, por más pequeño que sea, difícilmente ponga en riesgo la vida, pero sí dejará secuelas de inmediato, sin posibilidad de dar marcha atrás. Por caso, el corazón es sin dudas el órgano más fuerte y resistente del cuerpo; en cambio el cerebro es gelatinoso, débil y se destruye con facilidad cuando se saca la cobertura que ofrece el cráneo. Y si uno no lo trata bien se puede hacer mucho daño. El desafío de los neurocirujanos es acceder al cerebro y salir sin dejar ninguna secuela, habiendo resuelto el problema.

Después de la experiencia en Mar del Plata volvió a Buenos Aires, donde tuvo la posibilidad de trabajar con el Dr. Raúl Carrea en la sala 18 del Hospital de Niños, hoy Hospital Gutiérrez. Carrea era el neurocirujano infantil del hospital, y uno de los pocos en el mundo. Para Monges, el aprendizaje con él fue determinante. Unto que tras su salida se presentó para el cargo de Jefe de Neurocirugía del Hospital y con la conformación del Hospital Garrahan puso en marcha el servicio de neurocirugía infantil, que todavía persiste con gran éxito, llegando a realizar cerca de 1.200 operaciones por año. Una cifra enorme en todo el mundo, y señal del gran prestigio que se ganó ese servicio gracias a sus profesionales.

¿Tiene muchas diferencias la neurocirugía pediátrica respecto de la que se encarga de los adultos?
Es clave esta pregunta, porque hay un factor que la hace diferente y no se debe soslayar: la atención hacia el niño. Del mismo modo que existen médicos clínicos y pediatras, los neurocirujanos pediátricos tenemos que tener el ojo puesto en la relación que se genera con el paciente, siempre niños, con poca capacidad para absorber toda la información que un adulto sí puede tener, y con menos herramientas para entender qué le pasa. Además, el factor familiar tiene mucho peso y debe ser bien resuelto. Por lo general, cuando se enferma un chico se enferma todo el núcleo familiar, los padres, los hermanos, abuelos, tíos. En el caso de los adultos es diferente, porque si bien también tiene una familia que se preocupa por él, su capacidad para asimilar su enfermedad le exime de peso a su familia. En cuanto al aspecto técnico, las diferencias son realmente pocas.

¿Se puede decir entonces que la neurocirugía infantil es una rama de la neurocirugía de adultos?
Yo diría más bien que es un capítulo de la neurocirugía de adultos. De hecho se está gestando de a poco en todo el mundo esta idea. Porque como son diferentes las patologías, o con más prevalencia en un caso, diferentes deben los tratamientos y técnicas quirúrgicas. En los niños, por ejemplo, predominan las malformaciones de columna, en la médula, en el cerebro o el cráneo (craneoestenosis, hidrocefalia, mielomenirt, goceles). En los adultos en cambio, todos esos problemas no existen; y surge de enfermedades relacionadas al sistema vascular, como aneurismas o malformaciones arteriovenosas, más predominantes en los adultos.

 

¿Entonces podría dedicarse a la neurocirugía para adultos?
En líneas generales sí, y lo he hecho. Sin embargo muchos neurocirujanos de adultos no operan niños por el factor psicológico, por el impacto que genera operar a niños y atender su entorno familiar. Una intervención a adulto que deja una secuela tiene aceptación que una que le deje a niño. Y eso a veces es difícil de sobrellevar.

A propósito de eso ¿cómo conviven con el error?
La medicina es una continua sucesi de éxitos y fracasos, la cirugía tambié lógicamente, y la neurocirugía muc más. Uno vive permanentemente en; esas dos variables, el éxito y el fracas Todos deseamos operar bien, que resuelva al problema y no queden cuelas, y te puedo asegurar que eso pasa, todos podemos tener un erre tener un mal día y equivocarnos. único infalible es Dios. Por lo tanto, cuanto más aceptemos el error, menos nos equivocaremos la próxima vez, y será un sano aprendizaje.

¿Puede pasar también que a veces sea una equivocación operar?
Totalmente, y en esa instancia es donde se deben tomar las mejores decisiones, que son continuas y no siempre tienen que ver con operar. Es fundamental en todo momento evitar hacer daño, por lo tanto, si una intervención puede empeorar las cosas, lo mejor es evitarla; y al contrario. Y todas esas decisiones son difíciles y personales. Por eso es importante individualizar a los paciéntes, que antes que nada son personas y no pueden ser cátalogadas como pacientes que cumplen con tales o cuales parámetros. No todos responden igual ante el mismo tratamiento u operación, y eso debe descubrirse en el vínculo con el paciente.

De practicante, cuando atendía en los Hospitales Fernández y Rivadavia, Monges sintió que su lugar en el mundo de la medicina era en los hospitales públicos. Allí tuvo a sus grandes maestros y pudo poner en práctica aquel deseo de ser útil al prójimo.



Se jubiló en el Hospital Garrahan, ¿cómo es trabajar en un hospital público?
Yo siempre me consideré un médico de hospital, y le debo mucho al hospital público. La facultad me brindó mucha información, pero el que me hizo realmente médico fue el hospital público. Creo que es un lugar donde se completa definitivamente la vocación. El trabajo diario no es nada fácil, tenemos profesionales. de excelencia, una infraestructura que ha decaído mucho y problemas financieros, por lo tanto es para rescatar la cantidad de logros que se ven en los hospitales públicos.

Es un espacio que tiende a expulsar a los buenos médicos, y sin embargo la calidad médica es de excelencia...
Es de renombre internacional el nivel de los profesionales de la salud de los hospitales públicos argentinos. Y es cierto que, si bien todo conspira para que abandonen la atención pública y opten por la privada, siguen y luchan por mejorarlo. El hospital público tiene como ventaja que allí sí funcionan las instancias de control y auditoría; te aseguro que los médicos de las instituciones públicas son realmente buenos profesionales. No lo digo por defender ciegamente, pero que en el país hayan bajado los índices de mortalidad infantil y se haya alargado la calidad de vida tiene mucho que ver con la atención en los hospitales públicos, donde se atienden la mayor cantidad de gente.

La tecnología aportó avances y mejoras significativas en la salud, ¿cuánto hizo también en la neurocirugía?
Muchísimo, la tecnología es algo fantástico. En líneas generales, y en todas las áreas de la medicina, ha sido fundamental para mejorar y alargar la expectativa de vida de las personas. Y en la neurocirugía en particular hubo un antes y un después con la llegada de la tecnología. La nanotecnología es protagonista excluyente de la neurocirugía,
porque trabajar en el cerebro requiere una certeza milimétrica, al detalle. Y para ello las tomografías computadas nos aportan el detalle, profundidad, dimensión y composición de algún tumor por ejemplo. Lo mismo pasa con el neuronavegador, que en una pantalla te muestra con una flecha dónde se tiene que llegar y por dónde acceder en el cerebro. En otras épocas teníamos que tantear, literalmente, casi a ciegas en el cerebro, sin saber con qué nos encontraríamos ni cómo llegar de la mejor manera. De todas formas, debo destacar que las manos son las mejores pinzas que Dios nos dio y nunca podrá reemplazar la tecnología.



¿Queda mucho por mejorar en la neurocirugía pediátrica?
Sin dudas, primero es clave mejorar lo que cada uno hace. Y hay que progresar todavía en diagnósticos y tratamientos. Tengo la preocupación de saber si los neurocirujanos del futuro serán médicos o ingenieros; o los dos juntos. Porque tenemos hoy en día enfermedades que aún no tienen solución y para las que necesitamos casi únicamente de la tecnología e investigación para encontrarles cura.

¿Qué mensaje le gustaría dejarle a las nuevas y próximas generaciones de médicos?
Primero quiero decirles que amen esta profesión, porque se requiere esfuerzo, estudio, dedicación y algunos sinsabores. Que sean críticos y busquen la perfección, porque siempre todo se puede hacer mejor.

 

"Con autorización de la Revista FLENIENCONTACTO."
Agradecemos al director Dr. Gustavo Sevlever por su gentileza.